viernes, 13 de enero de 2012

Bullying en Mexico

La violencia escolar no es propia de los países altamente industrializados, ni de alguna región de mundo. En occidente como en oriente, en el norte y en el sur, las escuelas sufren las consecuencias de un fenómeno que poco a poco ha llegado a sus aulas: el bullying. Esta investigación descriptiva y correlacional realizada en 24 escuelas de bachilleres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ubicada al norte de México, se aplicaron 1,061 cuestionarios a alumnos, 640 a profesores y 690 a padres y madres de familia, a fin de conocer la incidencia de comportamientos de violencia física, verbal y de exclusión social. Encontramos que el bullying afecta a 4 de cada 10 estudiantes que son víctimas, principalmente, de agresiones verbales y de exclusión social, por lo que son menores las agresiones físicas directas en indirectas, sin que esto no deje de ser preocupante. El principal maltrato es el que sufren 41,4% de alumnos víctimas de agresores que hablan mal de ellos, el segundo es el de un 31,7% de alumnos que son ignorados, el tercer maltrato es el de 30,6% de alumnos que son víctimas de motes que les ofenden y ridiculizan; el cuarto maltrato es la exclusión social que sufren un 19,4% a los que se les impide participar en reuniones, conversaciones y/o juegos y el quinto maltrato es de un 17,1% alumnos a los que les esconden sus cosas. Los alumnos, en su mayoría, sufren esta victimización en el aula de parte de sus compañeros, sin embargo las agresiones físicas (4,6%) y las amenazas con armas (1,3%), son cometidas también en la calle, cuando los alumnos abandonan la escuela con la intervención de agresores ajenos a los centros educativos, muchas veces integrantes de pandillas que merodean las preparatorias, pues un 35% de los alumnos denuncian la existencia de estas bandas anti-sociales. La mayoría de los maltratos quedan impunes, pues sólo un 1% de las víctimas denuncian el acoso y la intimidación a los profesores. En consecuencia un 6% de alumnos es víctima de alumnos que les rompen objetos personales; un 4,8 es víctima de robos: un 4,6% son golpeados; un 3,1% son intimidados con chantajes y amenazas; un 2,4% son acosados sexualmente; y un 1,3% son acosados por agresores que les quitan dinero o los obligan a hacer cosas que no quieren. Lo lamentable es que en el 53,1% de los casos esto suceda desde que el alumno entró a la escuela, el 23,3% desde que el alumno inició el semestre, un 14,2% desde siempre y que pocos intervengan para detener la situación.
En las agresiones están involucrados por lo menos 3 de cada 10 alumnos, pues un 34,7% aceptaron ignorar a sus compañeros; un 34% dijeron hablar mal de sus compañeros en actividades nocivas como difundir rumores dañinos; 13,6% señalaron que impiden a sus compañeros participar en reuniones, conversaciones y/o juegos; un 3,4% aceptó haber pegado a sus compañeros, y un 1,3% confesó haber robado cosas. También un 2,6% dijo haber roto objetos personales; un 10,9% escondió cosas y un 1% confesó algún acoso sexual. Un aspecto preocupante es la creciente introducción de armas, pues un 46,4% de los alumnos dijo haber visto o estar informado de alumnos que meten navajas; un 43,1% han visto que meten cadenas, un 18,6% se enteró o vio introducir cuchillos y un 4,5% atestiguó o supo de introducción de pistolas, al margen de otras armas como manoplas y picahielos, con los que también se puede hacer mucho daño. En 14 casos, alumnos aceptaron portar armas para accionarlas en defensa propia en caso de alguna agresión. Los profesores también son alcanzados por la violencia en su contra, que en muchos casos tiene que ver con maltratos que ellos también infligen al poner motes, ridiculizar, hacer burlas e incluso sembrar rumores de sus alumnos. Esto ha provocado un malestar docente que ha llevado a algunos a sufrir problemas depresivos, de estrés, de enfermedades físicas que han provocado en ellos temor y ausentismo. Y una cierta indefensión al carecer de habilidades para enfrentar los conflictos. Por otro lado, pocos padres de enteran de los maltratos, pues la mayoría de los alumnos confían esos problemas a sus amigos. Pero los que tienen buena comunicación familiar conocen de las agresiones que sufren sus hijos de parte de sus compañeros e incluso de sus profesores, llegando al grado de recomendar que respondan a las agresiones en defensa propia al saber que sus hijos se encuentran inermes ante la escasa intervención de los profesores. Alumnos víctimas y agresores, padres y maestros, atribuyen las agresiones a venganzas, aspectos de la personalidad de la víctima y del agresor, pero en esta investigación a través del estudio correlacional que efectuamos demostramos que a cada comportamiento violento subyace una ausencia de valores positivos que han olvidado o inculcado deficientemente la familia y la escuela o bien a los valores negativos que los alumnos aprenden en la interacción social con la familia y sus maestros.

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